Entre los poetas jóvenes me interesa en particular el nombre de John Galán Casanova. ALMAC N AC STA me parece un precioso libro.

Reconforta ver aparecer, de tanto en tanto, libros de poesía de escritores jóvenes en cuyo trabajo reconocemos talento, seriedad y, sobre todo, una voz personal, un lenguaje interesante en cuanto dueño de acentos propios y coherencia poética.

Más ligado a la ironía, a la desacralización de la palabra, John Galán Casanova se va por los caminos del ascetismo del lenguaje, un camino pedregoso si partimos de la idea de que no hay poemas largos y cortos sino poemas justos.

John Galán no tiene siquiera que afanarse por el añadido, ese néctar que hace de un mero texto una piedra preciosa por sonoridad. La poesía, engreídora, se lo regala; y lo disfrutamos.

La escritura de John Galán tiene la fuerza expresiva, sintética y original que busca la poesía contemporánea. Esta extraña fuerza sorprende al lector por alcanzar lo profundo y complejo a través de los elementos más limpios y cotidianos.

¿San John? Bueno, él lo ha testimoniado en un poema (y, a la verdad, en todos) que ofrece el principio, no menos paradójico, de la soledad, su soledad, como la soledad de un eremita, como fundamento de esta santidad egocéntrica que, para cerrar el oxímoron, le pertenece siempre al mundo, y de allí su alternativa redentora y solitaria.

La poesía de John Galán Casanova es personal y sugestiva porque se sitúa en una zona de la estética moderna que desconfía de la impostación retórica y evita el lenguaje engolado de cierta tradición neorromántica.

La poesía de Galán Casanova se inscribe en una inflexión narrativa, de respiración contenida y mesurada ―también en ocasiones exaltada, pues el poeta es riesgoso en experimentaciones―, con sencillos y desnudos poemas que repasan la cotidianidad, examinan el amor, el deseo, la muerte y el oficio de la escritura, y denuncian, con aviesa conciencia, la decadencia de conductas éticas y estéticas.

Con su primer libro, Galán obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven de Colcultura, y desde entonces, con un desparpajo admirable, ha ejercido su condición de poeta con una muy particular manera de hacer versos a partir de la realidad diaria de Colombia. “Con una mano en el hígado y la otra en el control remoto”.

Puede que no haya un poeta colombiano que se interese tanto por las nuevas transformaciones como éste: el academicismo en la cultura, las últimas tecnologías, cómo han cambiado estas cosas nuestra forma de escribir y la manera en que las palabras encuentran un sentido en medio de un mundo de televisores y celulares, computadores y cajeros electrónicos.

John Galán Casanova no es solo el portador de uno de los nombres más codiciados de la literatura de todos los tiempos, también es dueño de una poética de peso en la lírica colombiana e hispanoamericana. Sus poemas pasan de la ironía a la ternura en un pestañear, abordan por un lado lo social y lo político, y por el otro lo amoroso y la intertextualidad; y si algo los caracteriza, es la voz honesta y familiar que poseen, una voz que contiene multitudes y que en un instante puede ser la del amante y al siguiente la del noticiero.